martes, 30 de junio de 2009

Yeha Noha - Wishes of happiness and prosperity


AH-UH NAYAH OH-WA OH-WA

SHON-DAY OH-WA OH-WA

SHON-DAY CAN-NON NON NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAH OH-WA OH-WA

SHON-DAY OH-WA OH-WA

SHON-DAY YEHA-NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAY TOR-SHNA NENA-NAY-YAYAH

NENA-NAY-YAY YEHA-NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAY TOR-SHNA NENA-NAY-YAYAH

YEHA-NOHA (NOHA)

NEE-YOH-WAH NEE-YOH

NEE-YOH-WAH NEE-YOH

AH-UH NAYAH OH-WA OH-WA

SHON-DAY OH-WA OH-WA

SHON-DAY CAN-NON NON NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAH OH-WA

SHON DAY OH-WA OH-WA

SHON-DAY YEHA-NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAY TOR-SHNA NENA-NAY-YAYAH

NENA-NAY-YAY YEHA-NOHA (NOHA)

AH-UH NAYAY TOR-SHNA NENA-NAY-YAYAH

YEHA-NOHA (NOHA)





Las palabras anteriores son letras al éxito internacional de la Yeha-Noha (deseos de felicidad y prosperidad). This chant is part of the Enemy Way Chant or called in the Navajo language Ndaa'. Este canto es parte del enemigo llamado Camino Chant o en el idioma navajo Ndaa ». It is a healing song sung to cleanse and heal Navajos, often warriors who have come in contact with ghosts. Es una canción de curación para limpiar y curar navajos, a menudo los guerreros que han entrado en contacto con fantasmas. Navajo veterans of the United States Armed Forces use this ceremony to purify themselves after returning from the service. Navajo veteranos de los Estados Unidos de las Fuerzas Armadas utilizar esta ceremonia para purificarse después de regresar del servicio. The title which is appropriate, as mentioned is sung to cleanse and heal warriors, now often a family or loved one and to simply wish them happiness and prosperity. El título que se proceda, como se mencionó se canta para limpiar y curar a los guerreros, a menudo, una familia o un ser querido y simplemente les deseo felicidad y prosperidad.

The title itself is interesting. El título en sí es interesante. The 'h' in Yeha is actually pronounced with an 'n' so instead of saying Yeha-Noha, it is pronounced as if saying "Yena-Noha." La 'h' en Yeha es pronunciada con una 'n' en lugar de decir tan Yeha-Noha, que se pronuncia como si decir "Yena-Noha".

This song is only supposed to be sung by a medicine man of the Navajo Nation. Esta canción se supone que sólo canta un hombre de medicina de la Nación Navajo. Kee Chee Jake is a singer of traditional Navajo songs and his voice is also heard on track 2 of Sacred Spirit with the song: Tor-Cheney-Nahana (Winter Ceremony). Kee Chee Jake es un cantante de canciones tradicionales navajo y su voz también se escucha en la pista 2 de la Sagrada Espíritu con la canción: Tor-Cheney-Nahana (Ceremonia de Invierno). His vocals is featured again in "Sacred Spirit II, More Chants And Dances Of The Native Americans", on track 6: Yane-Heja-Hee. Su voz se presenta de nuevo en "Espíritu Sagrado II, más cantos y danzas de los nativos americanos", en la pista 6: Yane-Heja-Hee. Yane-Heja-Hee is also another winter ceremony song. Yane-Heja-Hee también es otro invierno ceremonia canción. Other Kee Chee Jake vocals are heard on "Navajo Songs From Canyon De Chelly," and "Brule One Nation: A Tribal Gathering Of Voices." Jake Kee Chee otras voces se escuchen en "Navajo Canciones De Cañón De Chelly", y "Una Brule Nación: Un encuentro de voces tribales".

On a sad note, Kee Chee Jake sadly passed away September 11, 1999. Con una nota triste, Kee Chee Jake lamentablemente falleció el 11 de septiembre de 1999. Brule One Nation: A Tribal Gathering Of Voices was one of his last projects. Brule Una Nación: Un encuentro de voces tribales fue uno de sus últimos proyectos.


lunes, 29 de junio de 2009

Towers of Faith - Roger Waters

Towers of Faith - Roger Waters
Ooooh, the lonely boys
In their towers of faith
Ooooh, the lonely boys
Locked in their towers of faith

The prophet reclined


On the Golan Heights


Ohhh, the lonely boys


He said, this land is my land


To the Shiites


Ooooh, the lonely boys


And Jehova looked up from the sea of Galilee beneath


He said, I see you, you thief


This land is my land


And this sand is my sand


And this band is my band


Oh the lonely boys


Lookin' over their shoulder


Checkin out every boulder in the park


Where the gates are closed from hate


After dark


And the Pope rolled up in his armored van


He fell on his knees and kissed the land


He said something that I did not understand


It was in polish


Then up stepped an aide


He said, I will translate


Here is what His Holiness said:


'I am the Chief Jesuit.'


'This land is Jesus' land.'


'And that is all'


'All that there is to it.'


Hail Mary


Mother of God


And in New York City


The business man in his mohair suit


In the world trade center


Puffs on his cheroot


And he said,


Well I don't care who owns the desert sands


My brief


Is with the hydrocarbons underneath


And the sea of battle rages


Around the ancient tombs


And mother nature licks her wounds


And the lonely boys locked in their towers of faith


Who are nervous in the park


When the gates are closed after dark


Ooooh, the lonely boys


In their towers of faith


Ooooh, the lonely boys


Locked in their towers of faith

Cuando el Viento Sopla


"...-Porque no rezamos cariño-...
- ¿rezar?
-Si
-...y ¿a quien?
-Pues a Dios, claro
-Ya veo... Sí! si tu crees que es lo que hay que hacer...
-No nos hará daño...
-De acuerdo, allá va: "Estimado Señor..."
-No... así está mal
- ¿Cómo se empieza?
-"Oh Dios..."
-"Fuiste nuestra ayuda en otro tiempo..."
- ¡Eso es, sigue así!
-"Padre omnipotente y misericordioso, y..."- "amado padre... henos reunidos en tu presencia... Ningun mal temeré, tu vara y tu cayado me sosiegan todos los días de mi vida... por pastos de verde hierba me apasientas..." - ¡No me acuerdo de más!...
- Es muy bonito... "donde los pastos de verde hierba..." - Me ha gustado...
-Ah sii..., "hacia el valle tenebroso de la muerte..."
-Oh basta ya... vida mía, basta ya!

martes, 23 de junio de 2009


Alexandra David-Néel

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Alexandra David-Néel

Nombre Alexandra David-Néel
Nacimiento 24 de octubre de 1868
Bandera de Francia Francia, París
Nacionalidad francesa
Ocupación cantante, periodista, exploradora, escritora, feminista
Cónyuge Philippe Néel (1904-1911)

Louise Eugénie Alexandrine Marie David, más conocida por su pseudónimo Alexandra David-Néel (24 de octubre de 1868, París - † 8 de septiembre de 1969, Digne (Alpes-de-Haute-Provence) fue sucesiva o simultáneamente orientalista, cantante de ópera, periodista, exploradora, anarquista, espiritualista, budista y escritora franco-belga.

Es conocida principalmente por su visita a Lhasa (1924), capital del Tíbet, ciudad prohibida a los extranjeros. Escribió más de 30 libros acerca de religiones orientales, filosofía y sus viajes. Sus enseñanzas fueron trasmitidas por sus principales amigos y discípulos: Yondgen y el francés Swami Asuri Kapila (Cesar Della Rosa). Sus obras han sido muy bien documentadas influyeron en los escritores "beat" Jack Kerouac y Allen Ginsberg, y en el filósofo Alan Watts.

Contenido

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1868-1904: infancia, juventud [editar]

Nacida en París, a los seis años se mudó a Ixelles. El padre de Alexandra fue profesor (y militante republicano a raíz de la revolución de 1848, amigo del geógrafo anarquista Élisée Reclus), y su madre una mujer católica que quiso para ella una educación religiosa. Alexandra frecuentó durante toda su infancia y su adolescencia al anarquista Élisée Reclus. Éste la lleva a interesarse por las ideas anarquistas de la época (Max Stirner, Mikhail Bakunin...) y por las ideas feministas que le inspiraron la publicación de Pour la vie. Por otra parte, se convirtió en colaboradora libre de La fronde, periódico feminista administrado cooperativamente por mujeres, creado por Marguerite Durand, y participó en varias reuniones del « consejo nacional de mujeres francesas » o italianas aunque rechazó algunas posiciones adoptadas en estas reuniones (por ejemplo, el derecho al voto), prefiriendo la lucha por la emancipación a nivel económico, según ella causa esencial de la desgracia de las mujeres que no pueden disfrutar de independencia financiera. Por otra parte, Alexandra se alejó de estas « amables aves, de precioso plumaje », refiriéndose a las feministas procedentes de la alta sociedad, que olvidaban la lucha económica a la que debían enfrentarse la mayoría de las mujeres

1904-1911: la mujer casada [editar]

El 4 de agosto de 1904 se casó en Túnez con Philippe Néel conocido en el casino de Túnez, ingeniero en jefe de los ferrocarriles tunecinos, de quien era amante desde el 15 de septiembre de 1900. Aunque su vida en común fue a veces tempestuosa, estuvo siempre impregnada de respeto mutuo. Se terminó definitivamente el 9 de agosto de 1911 por su marcha para su segundo viaje a la India (1911-1925). No obstante, después de esta separación ambos esposos entablaron una abundante correspondencia que no acabaría hasta la muerte de Philippe Néel en febrero de 1941. Desgraciadamente, de esta correspondencia sólo se conservan las copias de las cartas escritas por Alexandra; parece que las escritas por su marido se perdieron debido a las tribulaciones de Alexandra en la guerra civil china, a mediados de los años 1940.

Viajes y Vida Mística [editar]

Sus intereses ideológicos atrajeron a la joven desde el principio, por medio de sus viajes famosos y largas estancias en el Tibet fue adquiriendo gran conocimiento de los lamas budistas. Alexandra llegó a pasar largos años de enseñanza y, su nervio curioso, la motivaba a querer siempre más, elevar su conocimiento.

En especial, una práctica, un juego peligroso, algo que no debió conocer nunca fue el inicio de su particular infierno. Alexandra se mostró muy interesada por una practica budista denominada creación de un tulpa. Los lamas budistas le advirtieron que era una enseñanza nada recomendable, pues consiste en la creación de un fantasma generado a través de nuestra mente. Alexandra fue advertida de que estas creaciones podían volverse peligrosos o incontrolables. Demasiado tarde, Alexandra estaba fascinada con la idea e ignoró la advertencia de sus educadores.

Bajo la concepción del mundo según los lamas, el universo en el que vivimos es una proyección creada por nosotros mismos, no hay fenómeno que exista si no es concebido por el espíritu humano. Los tulpas son entidades creadas por la mente de los lamas y son generalmente utilizados como esclavos. Son figuras visibles, tangibles, creadas por la imaginación de los iniciados.

Alexandra se alejó del resto de sus compañeros y, una vez aislada de todo, comenzó a concentrarse en dicha práctica. Ella visualizó en su interior lo que quería crear, imaginando un moje de baja estatura y gordo. Quería que fuese alegre y de inocente actitud. Tras una dura sesión, aquella entidad apareció frente a ella.

Aquella entidad era algo así como un robot, sólo realizaba y respondía a los mandatos de su creadora. Con una sonrisa fija en su rostro, el monje accedía sin rechistar a lo que ella le ordenaba. Lamentablemente, no siempre fue así y aquel tulpa comenzó a realizar actividades que no les había sido encomendadas. Tal era la independencia de aquel fantasma de apariencia corpórea que los demás monjes lo confundían con uno más. Su creadora comenzó a sentir miedo, aquella entidad comenzaba a ser un ser con voluntad propia.

A medida que iba siendo más independiente, los rasgos físicos que aquel bonachón monje fantasma fueron cambiando. Su afable sonrisa fue cambiada por otra más pícara, su mirada pasó a ser malévola y nada afable para todos los que convivían con aquel extraño ser. La propia Alexandra comenzó a sentir miedo.

En su libro publicado, Magic and Mysteri in Tibet, Alexandra David-Néel narra los seis duros meses que duró el invertir aquel proceso, conseguir que su creación se desvaneciera. Aquel monje se había hecho insoportable y Alexandra tardó lo suyo antes de conseguir invertir aquel proceso. “No hay nada extraño en el hecho que pueda haber creado mi propia alucinación. Lo interesante es que en estos casos de materialización, otras personas ven las formas de pensamientos creadas.”- declaró la antropóloga cuando posteriormente se le galardonaba con una medalla de oro por La Sociedad Geográfica de Paris y nombrada Caballero de la Legión de Honor.

Los tulpas son la materialización física de nuestros pensamientos y emociones. Cuantos más pensamientos, emociones y creencias se junten, con mayor realidad se mostrará esta materialización. Alexandra escribió mucho tras su regreso a Paris sobre estas creaciones mentales y otras grandes vivencias que tuvo en el tibet, le llamó también la atención los kilómetros que podían los lamas recorrer sonámbulos sin cansarse.

Como gran luchadora, emprendió un último viaje a sus 100 años para conocer el Himalaya, donde Alexandra buscaba la iluminación rodeada de muchos peregrinos. Sin duda, fue una vida enteramente dedicada al descubrimiento. Tal es el caso de su pasión que Alexandra secundó todo lo demás en su vida. En una de sus estancias en la India, recibió un telegrama que le notifica que su marido ha muerto. El señor había mantenido correspondencia con ella de manera muy asidua, puesto que los viajes de ella siempre lo mantenían distanciado. Cuando Alexandra leyó el telegrama, le dijo a los que le rodeaban en ese momento: “He perdido un maravilloso marido y a mi mejor amigo”. No sabemos si se refería a perderlo porque había muerto o al ser consciente que cuando leía aquello caía en la cuenta de que llevaba veintiocho años sin acercarse a verle. Eso si que es un amor a distancia.

“La aventura será mi única razón de ser”- sentenció una vez, antes de sumergirse en un nuevo reto. Alexandra era una mujer de retos, como cuando se propuso pasar dos largos años en una cueva y dedicar todo el tiempo a la meditación. Acompañada únicamente de su maestro, Alexandra aprendió tibetano y el tantrismo budista en una cueva a 4.000 metros de altitud y a punto de morir congelada al sólo llevar una fina túnica de algodón. Pero para ella, todo aquello era excitante. “Será duro, pero increíblemente interesante”- comentó la exploradora a sus amigos antes de meterse en la cueva.

Su resistencia era algo que Alexandra se preparaba concienzudamente, no quería que ninguna práctica no le fuese posible debido a alguna limitación física. Por ello, se preparaba a fondo caminando a diario 40 kilómetros. La antropóloga fue capaz de superar temperaturas extremas, animales salvajes, hambre y enfermedades. “Para aquél que sabe mirar y sentir, cada minuto de esta vida libre y vagabunda es una auténtica gloria” – confesaba emocionada a sus seguidores, disfrazada de mendiga, con la cara ennegrecida por el hollín y el cabello oscurecido con tinta china. Alexandra se preocupaba siempre por pasar desapercibida en sus viajes y recurría a ingeniosos trajes, ¿escondiéndose tal vez de algún tulpa que no hubiese podido eliminar?

Sea como sea, su historia es un ejemplo de lucha y constancia, aunque también un coraje desmedido. Su curiosidad por crear un fantasma, la hizo pasar seis meses infernales, siendo perseguida por un monje de sonrisa malévola. En algunos juegos, es mejor plantarse.

Más Faunos, Sátiros y Silenos





LOS SÁTIROS
Así los griegos los llamaron; en Roma les dieron el nombre de faunos, de Panes y de
silvanos. De la cintura para abajo eran cabras; el cuerpo, los brazos y el rostro eran
humanos y velludos. Tenían cuernitos en la frente, orejas puntiagudas y la nariz encorvada.
Eran lascivos y borrachos. Acompañaron al dios Baco en su alegre conquista del Indostán.
Tendían emboscadas a las ninfas; los deleitaba la danza y tocaban diestramente la flauta.
Los campesinos los veneraban y les ofrecían las primicias de las cosechas. También les
sacrificaban corderos.
Un ejemplar de esas divinidades menores fue apresado en una cueva de Tesalia por los
legionarios de Sila, que lo trajeron a su jefe. Emitía sonidos inarticulados y era tan
repulsivo que Sila inmediatamente ordenó que lo restituyeran a las montañas.
El recuerdo de los sátiros influyó en la imagen medieval de los diablos.

PAN no se murió! está vivito y coleando en los bosques, tocando la siringa






PÖr Si no Se nOta... Soy Capricorniano

Faunos, Sátiros y Silenos

Nótese en el fondo, en la esquina superior derecha, al "chamán" extasiado... que podría estar soñando con festines bacanales en los cuales todavía no quebró...




lunes, 22 de junio de 2009

Vegeta

Este libro que recomiendo desmitifica el falso concepto de que comer carne es necesario... Por muchas razones lo que comemos modifica nuestro carácter y personalidad. Modifica nuestra conducta, de forma tan drástica que "somos lo que comemos" (como diría Paracelso).
Podemos revolucionar el mundo, nuestro mundo, con solo ser concientes de lo que ingerimos... Una revolución que le salvaría las vidas a millones de animalitos... Ellos son nuestra tarea, nosotros debemos cuidarlos y enseñarles... y por supuesto más que nunca, aprender de ellos que en estos tiempos nos demuestran que la vida es rica y hermosa, que las cosas simples como el amor son las más trascendentales...
¡Esta entrada va en revindicación de los derechos de los animales! va para todos los que estan sufriendo tras las rejas de un zoologico o en la filas y cadenas de montajes de los mataderos.
Tomar conciencia de lo que hacemos es vital... Saber que de nosotros depende que nuestros compañeritos de escuela no sufran por nuestros caprichos y carencia de empatía universal. ¡Solo tienen otra forma! y no caminan erguidos, pero nos demuestran como de una u otra forma equivocamos el camino. Son el mejor ejemplo de jugar libremente en la naturaleza pura.
Está en nuestras manos el cambiarles la vida a los seres que nos rodean,
y pregunto...
¿¿¿hacemos realmente lo que nos gustaría que nos hicieran???

Cuando comemos un caramelo... nos comemos el envoltorio???
Algo así pasa con el hecho de comer animales... nuestra sed espiritual la intentamos calmar comiendo los cadáveres putrefactos de nuestr@s compañer@s.
Ni siquiera estamos hechos para hacerlo, va contra nuestra naturaleza...
Acá donde vivo se jactan de utilizar cada pedazo del cuerpo de cualquier animal... El estereotipo del asador por aca es moneda corriente... En algún momento este país se constituyó en ser el mayor exportador de ganado para consumo... Yo veo en eso la deshumanización; la falta de corazón y sensibilidad.
Cuando alguien come carne... se siente. Se siente en su forma de relacionarse y conectarse con los demás. Hay como una sed que no puede ser apagada de ninguna forma... y menos llenandose de carne... Putrefacta.
No Violencia hacia ninguna forma de vida es un camino trascendental... transformamos el mundo de esta manera. Divulgamos el amor hacia todas las manifestaciones de la vida y rejuvenecemos al mundo...
La forma en que son tratados los animales remiten a las atrocidades que se realizaban en los campos de concentración del regimen Nazi... y solo basta con visitar un matadero. ES ¡¡¡EXACTAMENTE LO MISMO!!!
Una buena manera de empezar a movilizar la necesidad de cambiar nuestra alimentación y al mundo es visitar un campo... convivir con las vaquitas... verlas y sentirlas...
y pensar... que son como nuestras madres adoptivas despues de la primera, la madre biológica. Ellas nos mantienen con vida... nos brindan la leche q tomamos... el queso q comemos... el yoghurt riquisimo q tomamos... Reducir y anular el sufrimiento es una forma de vida... una forma de vida que no promueven los gobiernos y los partídos políticos... Las razones de esto se debe a la rentabilidad de la destruccion innecesaria de formas de vida... desde bosques a animalitos, el frenesí consumista arrasa con todo lo que represente un negocio inmediato.

EL QUE A HIERRO MATA A HIERRO MUERE

sábado, 20 de junio de 2009

El Flautista en el Umbral del Alba

Tal vez muchos no sepan, pero el título del primer disco de Pink Floyd "The Piper at The Gates of Dawn" hace alusión al capítulo del mismo nombre del libro "The Wind in the Willows".
El capítulo está cargado de poder descriptivo, el cual envuelve a uno en el arrullo del viento de la flauta tañida por el mismisimo y célebre Pan... la fuerza pagana y oculta de la naturaleza, protegiendo a la nutria bebé... en entradas más adelante subiré la transcripción del capítulo entero... el cual me parece fascinante y fabuloso

Taylor el Hombre Medicina

Esta entrada es un homenaje a este espíritu q desde el 87 está en el otro lado... Will Sampson
muchos lo recordaran por One Flew Over the Cuckoo's Nest con Jack Nicholson, tambien conocida como "atrapado sin salida" en la q interpreta a un nativoamerican internado en un manicomio... Pero yo lo recuerdo como Taylor... el chaman q juega con las mariposas... el q habla con la lluvia y hasta con los autos... La de la foto es una de las escenas de película q más me impactaron en la vida (Poltergeist 2)
Desearía con pasión poder estar así de vinculado con la naturaleza...

Conectar con las nubes y los espíritus del rayo y el trueno, hablar con los animales...
En fin recorrer el buen camino rojo

Hare Krishna George!!!


HARE KRISHNA HARE KRISHNA KRISHNA KRISHNA HARE HARE HARE RAMA HARE RAMA RAMA RAMA HARE HARE

Cante hare krishna y sea Felíz (no como la cajita... ¡¡¡mejor!!!)

Einstein con los Hopís!!! E=mc2 = Ayni


Cuando vi esta fotito casi me caigo de cabeza! ¡¡¡Einstein con los Hopi!!!, "el pueblo de la paz"... Un hombre de paz, con gente de paz...
Notese q el tocado de plumas es caracteristico de los Hopis, sino de los Sioux! De cualquier manera el maestro del espacio y el tiempo se mimetiza como el camaleón y fuma de su pipa de la paz (kalumet para los sioux)...
E=mc2 = Ayni

lunes, 15 de junio de 2009

Alexandra David Neel - Místicos y Magos del Tíbet (extracto del capítulo V "Discípulos de Antaño y sus émulos contemporáneos")


(...)Otro monje que conocí obedeció a motivos mucho menos filosóficos al buscar un maestro, y si cito su caso es por contraste con el antrior y para mostrar un aspecto distinto de la mentalidad Tibetana.
Karma Dordji nació en una familia pobre, de baja condición. Muy niño, en el monasterio donde sus padres le colocaron, se vio expuesto a las burlas y el desprecio de los otros frailecillos, que pertenecian a una clase social superior a la suya. Tales vejaciones cambiaron cuando fue mayor, pero varios de sus colegas le hacían sentir hasta en el silencio, la inferioridad de su origen. Karma Dordji era orgulloso y estaba dotado de una gran fuerza de voluntad. Me dijo que no era más que un muchachito cuando juró que se elevaría sobre los que lo humillaban.
Su nacimiento y su condición de monje sólo le proporcionaban un medio para llegar a ser lo que se había propuesto. Necesitaba ser un gran asceta, un mago, uno de los que someten a los demonios y los tienen como servidores. Así aquellos de quienes deseaba vengarse temblarían bajo su poder.
En tal disposición, nada piadosa, fue a buscar al superior del monasterio y le pidió una licencia de dos años, porque deseaba retirarse al bosque para meditar. Nunca se niega un permiso de este género. Dordji subió a lo alto de una montaña, encontró un lugar cerca de un manantial y se construyo una cabaña. En seguida, para imitar mejor a los ascetas, versados en el arte de desarrollar el calor interno, prescindió de su vestimenta y se dejó crecer el pelo. Las pocas personas que, de cuando en cuando, iban a llevarle víveres, le encontraban sentado, inmóvil, desnudo aun en pleno invierno, como abismado en la contemplación.
Se empezaba a hablar de él, pero todavía estaba muy lejos de la celebridad que deseaba. Comprendió que su ermita y su desnudez no eran suficientes para dársela. Volvió, pues, a su monasterio y esta vez pidió permiso para abandonar el país y buscar un gurú en otra región. No hicieron nada por retenerle.
Sus peregrinaciones fueron más extraordinarias que las de Yechés Gyatso, porque éste sabpia siquiera a dónde iba, mientras que Karma Dordji lo ignoraba. No logrando descubrir un mago que mereciese su plena confianza, resolvió llegar a él por medios ocultos. Karma Dordji creía firmemente en las deidades y en los demonios, sabía de memoria la historia de Milarespa -que hizo caer una casa sobre sus enemigos- y recordaba muchas otras cosas de las que los terribles grandes traen al centro del kyilkor formado por el mago de las cabezas sangrientas que éste ha reclamado.
Dordji conocía un poco el arte de los kyilkhors. Construyó uno con piedras en el fonde de una garganta estrecha y comenzó con sus conjuros para que las formidables deidades le dirigiesen hacia uno de los maestros a quienes sirven. A la séptima noche se dejó oir un estruendo espantoso.El torrente que corría por la garganta de la montaña creció súbitamente. Una tromba, debida quizá a la rotura de un bolsón de agua o al aluvión sobre las montañas más altas, barrió el lugar donde se encontraba el joven monje y le arrastró con su kyilkhor y su pequeño bagaje. Rodando entre las rocas, tuvo la suerte extraordinaria de no ahogarse y fue a parar a la salida del desfiladero, a un valle inmenso. Cuando amanecipo, vio un riteu resguardado contra una muralla rocosa en la estribación de la montaña.
La casita encalada, aparecía de color blanco rosáceo, luminosa bajo los rayos del sol naciente. El salvado creyó verhaces de luz que venían a reposarse sobre su frente. De deguro que allí vivía el maestro que tanto había buscado. Ya no le cabpia duda de que las deidades le habían obligado -muy rudamente, es verdad- a bajar hacia el valle en vista de aquel riteu.
Halagado por tal convicción, Karma Dordji no dio la menor importancia a la pérdida de sus provisiones y de su ropa, arrastradas por la corriente y completamente desnudo, como se había puesto a imitar a Heruka (Personaje del panteón lamaísta que se representa bajo los rasgos de un asceta desnudo) mientras oficiaba en su kyilkhor, se dirigió hacia la ermita.
Cuando llegó, un discipulo del anacoreta bajaba a sacar agua. Poco faltó para que, al ver aquella extraña aparición, no dejase caer el recipiente que llevaba. El clima del Tibet es muy distinto al de la India, y si en esta última región los ascetas o pseudoascetas desnudos forman legión y no asombarn a nadie, no es igual en el "país de las nieves". Solo algunos raros naldjorpas van así, viviendo fuera de los caminos, en los repliegues de las altas cadenas de montañas, y casi nadie los ve.
-¿Quién habita ese riteu?- preguntó Karma Dordji.
-Mi maestro, el lama Tobsgyes- contestpo el monje.
El aspirante a mago no quiso saber más. ¿Para qué informarse? Lo sabía de antemano: las deidades le habían encaminado hacia el maestro que necesitaba.
-Ve a decir al lama que los tcheu-kyongs ("protectores de la religión", deidades o demonios que, según los lamaístas, se han comprometido, por juramento, a defender la doctrina budista contra sus enemigos) le envían un discípulo -pronunció enfáticamente el hombre desnudo.
Asustado, el portador de agua fue a avisar a su maestro, y éste le ordenó qu introdujese al visitante.
Después de haberse presentado con devoción, Karma Dordji volvió a anunciarse como discípulo enviado por las deidades "a los mismisimos pies del maestro".
El Lama Tobsgyes era letrado. Nieto de un funcionario chino casado con una tibetana, había heredado, sin duda, de aquel antepasado, una tendencia al agnosticismo amable. Probablemente se había retirado al desierto por gusto aristocráticode soledad y por el deseo de no ser molestado en sus estudios. Así me lo figuré, al menos, por el retrato que de él me hizo Karma Dordji. Él mismo se había informado de los monjes que le servian pues como veremos, sus relaciones con este último fueron breves.
El eremitorio de Kuchog Tobsgyes respondía, por su situación, a las reglas de las antiguas escrituras búdicas. "Ni muy cerca del pueblo, ni muy lejos del pueblo". Desde sus ventanas el anacoreta veía un ancho valle del desierto, y al atravesar la montaña contra la que se apoyaba su vivienda, se encontraba un pueblo, en la vertiente opuesta, a menos de medio día de marcha.
El interior de la eremita era de una simplicidad ascética, pero tenía una biblioteca muy bien provista, y algunos bellos thangkas (cuadros pintados en tela que pueden enrollarse como los kakemonos japoneses), colgando de los muros, indicaban que el ermitaño no era ni pobre ni ignorante en materia de arte.
Karma Dordji, individuo de una gran estatura, no llevando por vestimenta más que su larga cabellera en trenza, alargada aún por crines de Yak que le llegaban a los talones, debía formar un extraño contraste con el delgado y refinado letrado que me describió.
Este último le dejó contar la historia del Kyilkhor y de la crecida milagrosa del torrente, y mientras Dordji repetía, una vez más, que había sido llevado a sus pies, se limitó a hacerle observar que el sitio donde las aguas lo habían depositado estaba bastante lejos de su retiro.
Después preguntó al aprendiz de hechicero por que viajaba desnudo.
Cuando Dordji, lleno de importancia, le habló de Heruka y de los dos años que había pasado sin vestimenta en el bosque, el lama lo consideró un instante, y luego, llamando a sus servidores, dijo sencillamente:
-Conducid a este pobre hombre a la cocina, sentadle junto al fuego y que beba té muy caliente. Buscadle también un vestido viejo de piel de cordero y dádselp. Ha tenido frío durante años.
Y con esto le despidió.
Karma Dordji sintió gran placer al ponerse la hopalanda de piel que le dieron, por muy estropeada que estuviese. El fuego y el té con manteca le reconfortaron después de su baño nocturno. Pero este placer, puramente físico, resultaba echado a perder por la mortificaión de su vanidad. El lama no le habia acogido como debpia, como a un discípulo que le llegaba milagrosamente. Contaba, sin embargo, después de restaurarse, con hacer comprender al ermitaño quién era y lo que deseaba. Pero Tobgsyes no le invitó a comparecer y parecía haberle olvidado por completo. Dió órdenes, sin duda, respecto a él, porque le alimentaban bien y tenía su sitio fijo junto al hogar.
Los dáis transcurrían y Dordji se impacientaba; la cocina, por muy confortable que fuese, acabó por parecerle una cárcel. Hubiera querido siquiera trabajar, sacar agua o recoger leña, pero los discípulos del lama no lo consentían. El maestro había ordenado que se calentase y que comiese, sin añadir otra cosa.
Karma Dordji estaba cada vez más avergonzado de que le tratasen como a un peroo o como a un gato familiar, a quien cuidan y de quien nada se exige. Varias veces, en los primeros días de su temporada, había rogado a sus companeros que le recordasen al maestro, pero ellos se excusaban siempre diciendo que no podían permitírseño y que si rimpotché ("precioso". Titulo honorífico que se emplea al dirigire a un lama de alto rango o al hablar de él) deseaba verle le llamaría. Después no se atrevió a insistir. Su únjjico consuelo era atisbar la aparición de lama, que se sentaba, algunas veces, en un balconcito delante de su cuarto, o ponerse a escuchar cuando aquél, a lo largos intervalos, explicaba un libro filosófico a suis discípulos o a algín visitante. Aparte de estos raros resplandores en su existencia, las horas transcurrían para él lentas y vacías, mientras vivía y volvía a vivir en su pensamiento las circunstancias que le habían conducido a donde estaba.

Transcurrió así poco más de un año. Dordji se consumía. Hubiera soportado valientemente las más rudas pruebas impuestas por el lama, pero aquel completo olvido le desconcertaba. Llegaba a imaginar que Kuchog Tobsgyes, con su poder mágico, había adivinado su baja condición -aunque sin querer confesárselo- y que le despreciaba dándole hospitalidad como pura limosna. Aquella idea, que se apoderaba más y más de su espíritu, le torturaba.
Convencido siempre de que un milagro le habia conducido junto al lama y que para él no había mejor maestro en el mundo, no pensaba en ir a buscar otro, pero la idea del suicidio cruzaba, a veces, por su mente.
Karma Dordji estaba a punto de sumirse en la desesperación, cunado fue a visitarle un sobrino del anacoreta. Era un lama Tulku, abad de un monasterio, y viajaba con numeroso cortejo. Resplandeciente con sus vestiduras de brocado amarillo, tocado con un brillante sombrero de madera dorada, puntiagudo como el techo de una pagoda, el lama, rodeado de su acompañamiento, paró en la llanura, al pie del eremitorio. Armaron magníficas tiendas y después de haberse refrescado con el té que el ermitaño le envió en una enorme tetera de plata, el tulku se encaminó a la casita de su pariente.

Habiéndose fijado durante los dias siguientes en la extraña catadura de Karma Dordji, con su harapienta piel de borrego y su cabellera que le llegaba al suelo, le interpeló, preguntándole qué hacía sentado siempre junto al fuego. Dordji aprovechó la ocasión como un nuevo favor de las deidades que al fin volvían sus miradas hacia él, y presentó todos sus títulos, desde su retirada al bosque, el kyilkhor en la montaña, la crecida del torrente, el descubrimiento de la ermita, los rayos de luz que, partiendo de esta última, se habían posado sobnre su cabeza, y terminó por el olvido en que el lama le tenía, rogando al tulku que intercediese a su favor.
Por lo que se desprendía de este relato, el tulku debía tener parecido con el modo de ser de su tío y poca inclinación a dramatizar las cosas. Miró extrañado al hercúleo Karma Dordji y le preguntó que enseñanza deseaba el lama.
Viendo, al fin, que alguien se interesaba por él, el aspirante a hechicero volvió a sentirse seguro. Quería, contestó, adquirir poder mágico, volar a través del aire y hacer temblar la tierra, pero se guardó muy bien de mencionar la razón que le impulsaba al deseo de obrar estos milagros.
El tulku, no cabe duda, se divertía cada vez más. Prometió sin embargo, hablar a su tío a favor del demandante. Luego, durante las dos semanas que duró su visita, no le volvió a mirar.
El lama se había despedido de su tío y se dirigía a la llanura donde le esperaba el séquito. Desde el umbral de la ermita se veía a los criados teniendo de las riendas a los hermosos caballos, con gualkdrapas de paño rojo y amarillo, cuyas sillas y arneses, con adornos de plata bruñida, brillaban bajo el calro sol matinal. Karma Dordji contemplaba el espectáculo pensando en que el que debió interceder por él no le había transmitido ninguna respuesta del ermitaño y al marcharse le dejaba sin la menor esperanza.
Se preparaba a saludar al tulku posternándose, según es uso, cuando éste le dijo lacónicamente:
-Sígame.
Karma Dordji se asombró. Nunca le habían pedido el menor favor. ¿Qué querría el lama? Las tiendas y los equipajes, empaquetados por los sirvientes, habían sido enviados al amanecer con la caravana de las bestias de carga. No veía nada que hacer. Se trataría, probablemente, de llevar a la ermita cualquier cosa que el lama había olvidado dar a su tío.
Al llegar al pie de la montaña el tulku se volvió.
-He comunicado a Kuchog rimpotché-dijo-su deseo de adquirir los poderes mágicos. Me contestó que no poseía la colección de obras que deberá usted estudiar para eso. Ésta existe en mi monasterio y rimpotché ha ordenado que me acompeñe para que pueda usted comenzar su instrucción. Hay un caballlo dispuesto. Caminará usted con mis trapas.
Dicho esto, le volvipo la espalda y se unió al pequeño grupo de dignatarios del monasterio que le acompañaban en su viaje.
Se inclinaron todos en la dirección de la ermita para saludar al lama Tobsgyes; luego montaron a caballo y se alejaron al trote.
Karma Dordji se quedó como clavado en el sitio; un criado le puso las riendas del caballo en la mano... Y se encontró a lomo del animal, trotando a buen paso con las gentes del lama, sin darse cuenta de lo que le pasaba.
Transcurrión el viaje sin incidentes. El tulku no prestaba la menor atención a Dordji, que compartía la tienda y la comida de sus servidores clericales (los servidores de un lama osn también monjes. Los laicos no pueden residir en los monasterios).
El monasterio del tulku no era inmenso, como algunas gompas del Tíbet, pero aunque pequeño, tenía una apariencia muy confortable y la realidad coincidía con la apariencia.
Al cuarto día de su llegada, un trapa vino a advertir a Karma Dordji que el tulku había mandado a un tshams-khang la colección de las obras que Kuchog Tobsgyes le recomendaba estudiar cuidadosamente para alcanzar lo que deseaba. Añadía que, durante su reclusión, le enviarían con regularidad víveres del monasterio.
Dordji siguió a su guía, que le condujo un poco más allá de la gompa, a una casita muy bien situada. Su ventana tenía una bonita vista del monasterio, con sus tejados dorados, y más allá se percibía un valle encuadrado por pendientes llenas de arboleda. Colocados en estantes, ala lado del altarcito, había unos treinta volúmenes enormes, cuidadosamente envueltos y atados por correíllas con maderitas esculpidas.
El futuro mago se sintió felíz. Por fin empezaban a tratarle consideradamente. Antes de dejarle, el trapa le dijo aún que el tulku no le prescribía un tshams riguroso. Era libre de regular su vida como le pareciese, de ir a buscar agua al arroyo cercano y de pasearse si le gustaba. Dicho esto le dejó, después de enseñarle las provisiones y el combustible depositados en el tshams-khang.
Karma Dordji se abismó en la lectura. Se aprendió de memoria una cantidad de fórmulas mágicas y se ejercitó en repetirlas, con la intención de que su gurú, el lama Tobsgyes, a quien esperaba volver a ver, le enseñase la entonación exacta. Construyó cantidades de kyilkhors según las instrucciones de los libros, gastando más harina y más manteca en fabricar tormas (tortas rituales) de todas clases que las que consumía para su alimento. También se dedicaba a numerosas meditaciones indicadas en sus libros.
Durante dieciocho meses no decayó su ardor. Únicamente salía para ir a buscar agua; no dirigía nunca la palabra los trapas que , dos veces al mes, venían a renovarle las provisiones, y que no se acercaba jamás a la ventana para echar una mirada afuera. Luego, poco a poco, se infiltraron en sus meditaciones pensamientos que nunca había tenido antes. Ciertas frases de los libros, ciertos dibujos de los diagramas, le parecieron tener otro significado. Se paró ante su ventana abierta contemplando las idas y venidas de los monjes. Por fin salió, recorrió la montaña, considerando largamente plantas, las piedras, las nubes errantes en el cielo, el agua siempre corriente del arroyo, el juego de las luces y de sombras. Durante largas horas permanecía sentadom con los ojos fijos en los pueblos diseminados en el valle, observando a los trabajadores por el camino y a los que vagaban por los pastos.
Todas las noches, después de encender la lamparilla del altar, permanecía meditando, pero ya no trataba de seguir las prácticas enumeradas en los libros, ni de evocar a las deidades en sus diversos aspectos. Hasta muy tarde, hasta el amanecer a veces, permanecía inmóvil, ajeno a toda sensación, a todo pensamiento, viéndose como a la orilla de una costa y mirando avanzar la marea de un impalpable océano de luminosa blancura a punto de sumergirle.

Pasaron meses, hasta que una noche, no podía decir cuándo, Karma Dordji sintió que su cuerpo se elevaba sobre el cojín donde estaba sentado. Sin cambiar su postura de meditación, con las piernas cruzadas, traspuso la puerta y, flotando en el aire, recorrió el espacio. Al fin, llegó a su país, ante su monasterio. Era por la mañana, los trapas salían de la asamblea. Reconoció a muchos de ellos: dignatarios, tulkus, antiguos condiscípulos. Les encontraba la cara cansada, preocupaba y triste, y los examinaba con un curioso interés. ¡Qué pequeños le parecían desde la altura en que se cernía!¡Qué asombrados y asustados iban a estar cuando se dejase ver!¡Y cómo se posternarían todos ante él, el mago que había alcanzado poderes supernormales!
Y la idea misma le hacía sonreír de piedad; se fatigaba al considerar a aquellos pigmeos; ya no le interesaban. Pensaba en la beatitud que acompaña a la marea del extraño océano de tranquila luz, cuya tersa superficie no agita la más pequeña ola- No se haría ver. ¡Qué le importaban sus pensamientos, ni los suyos propios, us antiguo desprecio ni el placer del desquite!
De nuevo se movía en el aire para marcharse... Entonces, de repente, los edificios del monasterio temblaron, se dislocaron. Las montañas circudantes se agitaron confusamente; sus cimas se desmoronaron mientras surgían otras. El sol atravesó el espacio como un bólido que parecía caer del firmamento. Otro sol apareció rasgando el cielo. Y, constantemente acelerado el ritmo la fantasmagoría, Dordji no distinguió ya más que una especie de torrente furioso, cuyas ondas espumosas estaban formadas por todos los seres y todas las cosas del mundo.
Visiones de esta índole no son raras en los místicos tibetanos. No hay que confundirlas con los sueños. El sujeto no está dormido, y, con frecuencia, y a pesar de las peregrinaciones que lleva a efecto, de las sensaciones que experimenta y de los cuadros que contempla, conserva la conciencia bastante clara del sitio en que está y de su personalidad. Muchas veces también, cuando ocurren las visiones y la persona en trance se encuentra en un lugar expuesta a que la molesten, siente temor y desea, muy conscientemente, que nadie venga, ni le hable, ni llame a su puerta, etc. Aunque se encuentre, a veces, en la imposibilidad de hablar o de moverse, oye y se da cuenta de lo que ocurre en torno. El ruido y las idas y venidas de las gentes la producen sensaciones penosas, y si la sacan del estado psíquico particular en qeu se halla o sí, por conmoción nerviosa le produce, generalmente, un choque doloroso, primero; después, un malestar que dura largo tiempo.
Pära evitar esta conmoción y los efectos molestos que su repetición puede tener en las salud, se han dictado reglas que conciernen al modo de terminar un período de meditación, aun ordinaria, si se ha prolongado. Conviene, por ejemplo, volver la cabeza lentamente, de derecha a izquierda, darse masaje en la frente durante un rato, estirar los brazos uniendo las manos en la espalda y echando el cuerpo hacia atrás, etcétera. Cada cual escoge el ejercicio que más le conviene.
En los miembros de la secta Zen, en el Japón, donde los religiosos meditan juntos en una sala común, un vigilante, ejercitando en discernir los síntomas del cansancio, alivia a los que lo padecen y reanima su energía dándoles un palo bien fuerte en el hombro. Cuantos lo han experimentado concuerdan en que la sensación sufrida es un relajamiento agradable de los nervios.
Karma Dordji, al volver de su extraño viaje, miró a su alrededor. Su celda, con los libros colocados en los estantes, el altar y el hogar, estaba lo mismo que la víspera y tal como la había visto durante los tres años que la había visto durante los tres años que la habitaba. Se lenvantó y fue a mirar por la ventana. El monasterio, el río, el valle y los bosques cubrían las vertientes de las montañas tenían su aspecto habitual. Nada había cambiado y, sin embargo, todo era diferente. Muy tranquilo, Karma encendió lumbre, y cuando la leña prendió, cortó con cuchillo su larga cabellera de naldjorpa y la echó al fuego. Luego hizo té, bebió y comió tranquilamente, reunió algunas provisiones, que se echó a la espalda y salió, cerrando cuidadosamente la puerta del tshams-khang.
Al llegar al monasterio se dirigió a la morada del tulku, encontró a un criado en el patio de entrada y le rogó que informase a su amo de su partida y que le diese las gracias, en nombre suyo, por las bondades que habían tenido con él. Después se alejó.
Ya había recorrido alguna distancia cuando sintió que le llamaban. Uno de los jóvenes monjes de la familia noble que formaban parte de la casa eclesiástica del lama corría detrás de él.
-Kuchog rimpotché quiere versos- le dijo
Karma Dordji volvió sobre sus pasos.
-Nos abandona usted- dijo cortésmente el lama-. ¿A dónde va?
-A dar las gracias a mi gurú- contesto Karma.
El tulku guardó silencio un momento; luego dijo tristemente:
-Mi venerado tío se ha ido más allá del sufrimiento (nyan nien les des song. Expresión reverente que significa que ha muerto un santo lama y que quiere decir que ha alcanzado el Nirvana) hace seis meses.
Karma Dordji no pronunció una palabra.
-Si usted desea ir a su riteu le daré un caballo- prosiguió el lama-; será mi regalo de despedida al huésped que me abandona. En el riteu encontrará un discípulo del rimpotché, que ahora vive allí.
Karma Dordji dio las gracias y no aceptó nada. Unos días más tarde volvió a contemplar la casita blanca de donde creyó haber visto salir la luz y posarse sobre su cabeza. Penetró en el cuarto donde sólo había estado una vez, el día de su llegada; se posternó largamente ante el asiento del lama y pasó la noche en meditación.
Por la mañana se despidió del nuevo ermitaño y éste le entregó un zen que había pertenecido al difunto, quien había encargado que se lo diesen cuando saliera de su thsams-khang.
Desde entonces, Karma Dordji llevó una existencia vagabunda, parecida a la del célebre asceta Milarepa, a quien admiraba mucho y a quien veneraba profundamente, Cuando le encontré, ya era viejo, pero no pensaba buscar ningún sitio para fijar su residencia.
No es corriente que los comienzos de todos los anacoretas tibetanos sean tan singulares como los de Karma Dordji. Las circunstancias de su noviciado mismo son muy particulares y por eso las he relatado tan largamente. No obstante, el adiestramiento espiritual de todos los discípulos de los gomt-chens se compone, casi siempre, de curiosos detalles. He oído muchas historias sobre este asunto y mi propia experiencia, tan áspera a veces, del papel de discípula en el "país de las nieves", me convenve de que buen número de ellas son ciertas.


Este es un extracto del libro "Místicos y Magos del Tíbet" del capitulo V